Cuánto dolor, cuánta ausencia.
El cordón se va
deshilachando, se va cortando…y duele, duele tanto.
Siempre ese lugar fue
sagrado, mágico y hoy las hadas se fueron, se mudaron. No están.
La sangre se va licuando y a mí me crece un agujero en el
alma.
59 años y muchos de ellos amando un paisaje a la distancia y añorando, deseando mantener unido el puzzle y sentirme una pieza. Quizá viví una ilusión.
Mis oídos, mis ojos, buscan señales que me pinten de nuevo esa postal.
Hoy soy toda angustia.
Tengo la misma sensación de soledad
que tenía en la infancia, pero ahora vos no estás y te necesito.
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